Hay una razón ética, una razón jurídica y una razón estratégica para que las conciencias y las voces se alcen en contra del conflicto interno y en defensa de la paz.
El general Patton dijo que, comparados con la guerra, todos los actos humanos son triviales. Y un siglo antes el general Sherman había escrito que la guerra es el infierno.
Ir a la guerra es la suprema decisión que pueda tomar un gobernante, porque la guerra es organizarse para dar muerte a otros. La guerra misma es sangre, dolor, barro, odio, fuerza bruta contra fuerza más bruta todavía, una espiral de atrocidad que todo lo degrada y lo devora. Por eso, desde Buda hasta Einstein o desde Erasmo hasta Gandhi, las cimas morales de la humanidad han sido pacifistas: ninguna guerra es admisible.
Sin embargo, también desde Tucídides o Grocio hasta Walzer o Haass se ha tenido que admitir una excepción, la de la "guerra justa" -hoy se la llama guerra "de necesidad"- que un país tiene que emprender cuando ha sido invadido o atacado de manera alevosa: la guerra contra Hitler, por ejemplo, era sin duda justa o necesaria. Justificar la guerra interna o el "conflicto armado" interno es aún más difícil, y los filósofos morales han debatido largamente si un ciudadano o un grupo de ciudadanos pueden alzarse en armas contra el gobierno. Desde la "tiranía insoportable" de la antigua Grecia o de Francisco Suárez hasta las "nacionalidades oprimidas" de Yugoeslavia, se fueron precisando cuatro condiciones para que la insurrección armada sea moralmente admisible: - Que los insurrectos luchen por una causa noble o altruista, o que no sean simples delincuentes;
- Que en efecto representen a la ciudadanía o a la nacionalidad oprimida;
- Que no haya medios pacíficos posibles o que la acción armada sea el último recurso, y
- Que tengan una posibilidad razonable de triunfar, porque si no el costo no compensa el beneficio.
Pues en Colombia -cuando más- podría decirse que las guerrillas -cuando menos en su origen- tuvieron un motivo noble o altruista, la búsqueda de una sociedad más justa. Pero las FARC y el ELN están muy lejos de representar a la ciudadanía o a los oprimidos, como lo prueba su rechazo casi unánime. Existís y existía espacio para la lucha política, jurídica y social, aunque tenga recortes. Y el triunfo militar de la guerrilla ha sido desde siempre un imposible.Por eso categóricamente hay que afirmar que la guerra de guerrillas en Colombia es inmoral.
Y a esto se le añaden dos agravantes. Que este conflicto no es ante todo ideológico, sino un revuelto de intereses criminales por quedarse con la tierra, la riqueza y el poder que se disputan señores o empresarios de la guerra locales o nacionales. Y que todos los grupos armados -incluyendo a los agentes del Estado- han perpetrado crímenes de guerra o de lesa humanidad que son categóricamente inmorales.
Por eso en un país embrutecido por 47 años de conflicto interno (si se cuenta desde la fundación de las FARC y el ELN) o por 63 años si se cuenta desde el 9 de Abril, hay que levantar las conciencias y las voces en contra de la guerra y en defensa de la paz, a tiempo o a destiempo. A esta primera y principal razón moral se añade una razón jurídica. El artículo 22 de la Constitución dice redondamente que "La paz es un derecho y un deber de obligatorio cumplimiento"; los colombianos todos, añade el artículo 85, tenemos el deber de "Propender al logro y mantenimiento de la paz". Este gobierno -y todos los gobiernos- están pues obligados a acabar el conflicto es decir, a preferir la salida negociada sobre la acción armada que cabe sólo como último recurso.
Y la tercera razón es estratégica. Gracias a Uribe las FARC perdieron, ya irremediablemente, el impulso militar que habían logrado durante los 90s; por eso mismo su lucha es cada vez más imposible -más inmoral- y políticamente más inútil. Pero acabar militarmente a las FARC también es cada vez más difícil, porque volvieron a ser una guerrilla escondida en el monte y en la selva, las mismas FARC que mantuvieron su "guerra de baja intensidad" entre 1964 y el fin de los años 80.
Dijo Gorbachov que entre más tarda un pueblo en aceptar la realidad, más sufre. Y esto en Colombia vale para los dos protagonistas del "conflicto interno".
Tomado de : Revista Razón Pública VER MÁS... |
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